jueves, 29 de octubre de 2009





No entres, pero no salgas...

Quédate un poquito más...

Háblame.

De ti...
De la luna...
De los océanos...
De los viejos pescadores de tu infancia...
De la lluvia tras tus ventanas...
De esa extraña tristeza que es tu sombra...
De los amaneceres sin sueño...
De los sueños...

No entres, pero no salgas...
Aún no.
Quédate un poquito más...
Y háblame...

miércoles, 28 de octubre de 2009






* Esta entrada está dirigida a La inspiración 2.0. No he podido dejarte un comentario. Por h o por b no he podido. Así que utilizo el olvido para recordarte. Ha sido mucho más que un placer leerte. Deseo que te vaya bonito. Que sigas creciendo. Y te agradezco todo lo dado. Un tesoro. Te echaré de menos.

sábado, 24 de octubre de 2009





Queríamos ser puentes tendidos, estrechados
cuerpos con un dialecto único,
manzanas mordidas sobre el escritorio
de una tarde de agosto. Caminábamos
sin brújula, con la vista puesta
en el mañana, tan extenso el horizonte
que nos cabía en las manos.
Queríamos ser un silencio entendible,
el rostro anónimo que sonríe en el cruce
de una calle al tropezarnos de frente,
la carta urgente que viaja en tren hasta la noche,
el amor sin causa que se dejaba mojar
bajo una lluvia imposible. Nunca
dejamos de creer que algo distinto
nos estaba esperando en los tristes portales
de la vida.

jueves, 22 de octubre de 2009

La sordera



AL SER HUMANO le cuesta escuchar, y por ende escucharse a sí mismo. Rinde culto al ruido, pero no aprecia el sonido, la melodía, el silencio; le molesta la interferencia ajena, pero con la misma elogia la palabra fácil, sin sustancia; se deja seducir por las alabanzas que nutren el ego o la soberbia, pero digiere con dificultad las críticas o la verdad de los otros que no son él; pretende conocer el mundo, resolver las ecuaciones diarias, pero no tiene tiempo para detenerse en las interrogaciones o en las dudas. El ser humano no sabe escuchar. O no quiere. O no le hace falta. El ser humano está solo porque ha olvidado demasiadas cosas en un trayecto que no tiene destino. Y corre el riesgo de quedarse sordo. Definitivamente.
No tengo el gusto de conocer en persona a Alberto Vázquez-Figueroa; no me he acercado a su extensa obra literaria; sin embargo, qué placer tan enriquecedor escucharlo. Detenerse en sus palabras llenas de ideas, de anécdotas, de aventuras, de vivencias, de entusiasmo, de esperanza, de franca denuncia. Si tuviera la suerte de encontrármelo, por ejemplo, en cualquier pueblecito, mientras cae la tarde, o la noche, o la mañana, lo retendría en el banco de piedra; me sentaría a su lado; esperaría entonces como lo hacen los niños, con algo de impaciencia, a que poco a poco rompiera él mismo su silencio y me fuera explicando despacito cómo es eso de que el agua nos pertenece a todos y hay ingenios capaces de devolvernos la vida sin pagar por su avaro goteo; él lo ha visto, lo ha ideado en su cabeza, lo ha explicado otras veces, entusiasmado, con las manos extendidas generosamente.
Le preguntaría al rato, ya en confianza, por esos artilugios denominados redes pararrayos tan eficaces para evitar que los bosques, que no son nuestros, no sufran año tras año la voracidad de los incendios. Y me hablaría, seguro, del mar y de África y también de la sordera. Y lo escucharía con los ojos llenos de asombro y gratitud. Como quien recibe una lección que lleva años esperando...

viernes, 16 de octubre de 2009

Entre tú y yo hubo siempre una corriente afín,
un consentido desequilibrio de curvas y rectas,
un temblor sonoro que nos hacía avanzar
hacia otro día tras haber quemado la noche
en nuestra hoguera. A la fuga
nos dabamos las manos y los pies,
intercambiábamos posiciones e identidades,
desordenábamos el mundo en herencia dado
para inventarnos el sabor de otro horizonte:
A higo la sombra de tu cuerpo.
A limón la risa conquistada.
A fresas el jugo de tu boca.
A manzana verde nuestro apetito.
Saltaba entonces el duende de la duda.
Tal vez la muerte fuese ese breve paréntesis
en el que agotadas descansábamos
la una de la otra.

lunes, 5 de octubre de 2009

Regreso.
Me llamo olvido.
En el filo de la noche se precipita mi vértigo.
Traigo los ojos anegados de templados paisajes,
de historias pequeñitas que caben en un temblor,
de otros ojos que se cruzan con mi piel.

Regreso y es octubre.
Inauguro zapatos, y miedos, y silencios...
Incluyo en mi equipaje las músicas del mundo.
Después de encontrarme en otro vértice
coincido conmigo. Sonrío. El viento del sur
me encuentra felizmente trastornada.