jueves, 8 de septiembre de 2011

SONIDOS

Siento su aliento, su ronroneo, acercándose a mi sueño herido, cansado, sin sueños que rescatar del olvido. Escucho mi aliento acompasado en su alegría tranquila que sabe que he llegado, que por fin he vuelto de este viaje que carece de lógica y sin embargo ha resultado imprescindible. Me abrazo a ella por necesidad, por desamparo. Se enrosca en mí como si ella fuera la madeja que me recoge y me teje. Ambas en la noche, en esta noche lunática y simple que trae otros sonidos. Ha llegado el camión de la basura, puntual y siempre sorpresivo. Poco a poco se inclina, ladea las orejas, se levanta, escala hasta la ventana. Se asoma interesada, cautivada, y me inunda la sonrisa y el recuerdo. Había olvidado los sonidos que a mí también me himnotizaban, esos ecos que pulsaban en mí otros ecos aun más antiguos. El sonido temprano y agudo de los afiladores de mi infancia, sin rostro, tan temprano iniciando mi despertar a un nuevo y desconocido día. El sonido de los aviones atravesando el cielo y que por alguna extraña razón me ponen la carne de gallina aún hoy, en una mezcla se melancolía, extrañeza y asombro... qué curioso... Y los camiones... los camiones de la basura... reinando en la noche de esta ciudad. Yo, al igual que abril, me detengo a escucharlos, como si hablaran en su propio idioma de quién sabe qué cosas.