miércoles, 31 de diciembre de 2008



Para todos mis amigos blogeros, que han sido de los descubrimientos más magníficos que he tenido este año. De corazón.

martes, 30 de diciembre de 2008

A vivir, que son dos días

Realmente es así. Hoy, último día de 2008, tengo presentes a todos mis ausentes. Se sentarán a mi mesa, así como todas aquellas personas que un día me enseñaron algo. No tengo tiempo para escribir mucho más. Este olvido imposible se reafirma. Mucha magia para el año que entra. Y a vivir, que son dos días.

martes, 23 de diciembre de 2008

lunes, 22 de diciembre de 2008

Ando en la ceremonia de despedir un año. Y no sé muy bien cómo hacerlo... Me suena raro acostumbrarme de nuevo a un año. Siempre confundo las fechas, las citas, los propósitos, las metas, las ausencias, los rostros seminuevos que ya deambulan por mis sueños, los poemas por escribir que llevan latiendo desde siempre bajo mis párpados.
Conservo la mirada limpia. Lo sé. Es de las pocas cosas que no necesito que me recuerden. Y sin embargo tengo una apariencia que engaña. Me apasiono con tantas cosas... que parezco una niña. Soy una niña que guarda las apariencias y otras muchas cosas en lols bolsillos. En los bolsillos llevo un crellón para pintar, una cajita de música que nunca me regalaron, el retrato de mi gato ausente, un fósforo para encender una petardo rojo y un cigarro clandestino, una carta urgente que recibí hace años, una luna siempre llena aunque esté menguante y una larga lista de rostros que coincidieron con mi risa.
Ahora, que ha pasado tanto tiempo que hasta me creo en ocasiones otra, saco el espejo y me miro fijamente. Aunque me da la risa, persisto. ¿Quién soy yo espejito? Soy la que siempre estuvo. Torpe, breve, preñada de pajaritos preñados, silbando, disimulando, para que no me vieran los adultos y extrañados se preguntaran ¿quien es esa niña?
Conservo la música latende, siempre diciendo. Sinfonías de viento que recorren paisajes que existen en cada uno de nosotros. Mi soledad es gemela a todas. Solo que mi soledad respira hondo y se regocija en este mar que en ocasiones se asoma y me mece.
No me place el mundo en general. Pero en particular, estoy encantada con ciertos universos.
Ando en la ceremonia de despedir el año. Y abriré la puerta de uno nuevo porque toca, porque sorpresivamente estoy aquí aún. Porque, por mucho que a veces me empeñe en lo contrario, gozo respirando.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Carta a los reyes magos

Desconocidos, y no por ello menos queridos, Reyes Magos, en este año que aún está pasando desearía, en primer lugar, un puñado de sueños auténticos, una esperanza cierta y desnuda que pueda regalarme cada vez que cometa el error de pensarmme desgraciada; un motivo, tan importante como ficticio, que me dirija el paso. Quiero saber discernir entre lo que está bien y lo que esta mal, y no sufrir de amnesia bajo cualquier torpe y adulto pretexto. Construir una fe que no se quiebre con la caida de un angel. Aprender a hacer añicos los reproches que no me pertenecen y olvidar los nombres que ignoran quien soy y sin embargo se apropian de mis susurros, que sólo a mí me dicen. Encontrar un silencio en el que poder adivinar todo lo importante. Además, desearía corregir la arrogancia natural que exhibo a veces (que no me salva pero que me sirve de escondite). Quiero un miedo que sobreviva a todas mis certezas. Alegrarme con los días. Aprender a despedirme. Aprender a presentarme. Reírme de las ilustres sombras, propias y ajenas, que siempre disponen de la parcela adecuada donde enterrar la mala conciencia sin mancharse el traje de los domingos. Quiero un huerto donde sembrar la risa y el asombro.
Ilustres majestades, por último, quisiera un espejo que cuando me mire me devuelva a la niña que siempre quise ser. Superar todos los exámenes que la vida me impone sin necesidad de copiar. Y sobre todas las cosas, me pido, si es posible, un final feliz.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Negra sombra



A Puri, de la que no me pude despedir nunca.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Pertenencias

Tengo una ternura que nadie quiere,
un manojo de sueños que cuelgo del techo
cuando no estoy
para evitar que los pisen,
tengo un reloj de arena
que camina lentamente y se acerca
a ninguna parte.
Tengo cuentos tristes
que contarle a la luna,
tengo las manos y los píes fríos,
tengo una sonrisa antigua y sobreviviente,
tengo animales que respiran conmigo.
Acaso sea nada o casi nada
lo que me pierdo
cuando me olvido.
Tal vez nadie me mire y piense
que es imposible contenerse tan poco.
Vivo de prestado en mi nombre
y no pago más
de lo que estimo justo.

martes, 2 de diciembre de 2008

El árbol de la vida




Mis días están llenos de preguntas. Desde siempre. Preguntas cotidianas, simples, curiosas, torpes, radicales, surrealistas, insultantes, temerosas, silenciadas...
En ocasiones, cuando camino por la ciudad (caigo en la cuenta de que hace mucho tiempo que no deambulo), hay rostros con los que me tropiezo impunemente y otros a los que sin embargo sometería a un exhaustivo interrogatorio. Hay ojos que no me ven y miradas que derrepente parecen reconocerme, conocerme de muy antiguo. En todo este maremagnum de cuerpos ajenos tengo la sensación en ocasiones, mejor dicho, la convicción, de que todo se reduce a un mismo extravío.
Por ejemplo, te acuerdas de cuándo dejaron de desearte buenos sueños? De por qué dejaste de jugar al escondite? Te acuerdas de tus sueños cuando te despiertas? Crees en el prójimo, en tu semejante? Qué buscas cuando escribes? Qué encuentras cuando encuentras refugio? Cuánto tiempo hace desde tu último temblor? Qué despierta tu ira, tu rabia,tu dulce animal dormido? Cuál es tu mayor miedo? A dónde vas tu solo? Dondé está tu camada? Cómo mide tu corazón el tiempo? A que sabe el cuerpo que codicias? A qué hueles tú?
La adolescencia es una de las épocas más fructiferas de la vida. Al menos para mí. A lo largo de ella surgen todas las grandes y pequeñas preguntas, que uno repite y repite. Primero en silencio y luego en voz alta, compartiendo. Y no sé por qué extraña razón, un buen día esas preguntas se distancian aunque no hayan hallado la respuesta o la hayan sabido siempre Y uno aprende a disimular ese hecho. Esa ignorancia magnífica que nos hace tan sabios.
Recuerdo al abuelo de Ana, cuando lo visitamos es su casa de Fuerteventura, en Puerto del Rosario. Hacía muncho tiempo que no estaba con su nieta y a mí era la primera vez que me veía. Aquella tarde con él y con la abuela fue auténticamente surrealista. El miraba al cielo, con sus ochenta y tantos años, y decía, "qué extrañas son las nubes, vienen y se van con el viento". Y aunque fuese una afirmación el preguntaba con su curiosidad, colmado de maravilla, por la naturaleza de las nubes... En su vida había visto cambiar muchas cosas y sin embargo las nubes seguían siendo un enigma poético para él. El signo de que él era uno más en el mundo, un mundo incomprensible, inabarcable, paradigmático, sutil, magnífico.
Y no dejo de intuir que las preguntas definen como nada lo que eres. Seres así son árboles a los que uno se abraza para sentir que estamos en el camino. Puede que a ratos descansando, pero en camino al fin. Con las raíces ancladas en la tierra, alimentándonos de su líquida sabia, y con los brazos extendidos al cielo buscando siempre... nadando entre las nubes de la memoria antigua.