viernes, 23 de enero de 2009

Es gracioso cómo el destino, lejos de venir a disculparse, se empecina en hacerme la puñeta. O tal vez sea cierto que a esta encrucijada he llegado yo solita; eso sí, un poquito empujada por las circunstancias. Es mi sino. Llegar a un callejón sin salida en el que no estoy sola. Es verdad que siempre fui una persona reservada. Que desde mi infancia opté por silenciar aquellas verdades que tenían que ver conmigo y que sin embargo causaban en los demás pequeñas catástrofes que a mí me parecían gigantescas y desproporcionadas. Esa desmedida me hizo entender que había cosas, determinadas, que podía evitar decir, primero porque realmente no me hacía falta contarlas y segundo, porque lo que para mí era normal, en los adultos requería una serie de explicaciones que aún hoy me agotan. Comprendo que fui una niña compleja, extraña, enredada en sus musarañas. Tal vez como cualquier niño. No sé. Entiendo que en ese sentido no he querido crecer. Que conservo a buen recaudo la llave de este cofre donde guardo las cosas que no quiero explicar o cuantificar ante nadie y que, reconozco, son una parte importante para llegar a conocerme del todo. Pero ese es el problema. Nunca he necesitado que me conozcan del todo, porque no sé, francamente, como uno puede resumir lo que es, lo que ha sido, cómo actúa, lo que sientes, en todo momento, sin que se pierda uno mismo en esa misma explicación. Sinceramente, siempre me pareció muy difícil describir mi emoción ante las cosas. Sin embargo, existen muchos lenguajes para hacerse visible.
Y ahora... Ahora estoy en este callejón.

miércoles, 14 de enero de 2009

He tardado en regresar. Y me cuesta rellenar estas líenas en blanco. Asomarme a esta ventana y saludar al día. Mostrar cómo estoy, cómo me siento. Mis últimas batallas. Los fracasos vitales que arrastro como retos. Inicio estas líneas confesdo que estoy en una gran encrucijada. Mis ojos no consiguen bordearla. No sé cómo enfrentarme a ella. Creo que empezaré dándole nombre. Miedo. Tengo miedo a dudar de lo que he vivido. Tengo miedo a hacerle daño. Tengo miedo a la costumbre. A la inercia. A seguir porque los años pesan. Tengo miedo a sentir otras cosas porque no me siento libre para ello. Por ahora, lo dejo aquí.
De resto, es éste un reecuentro querido.
Saludos a todos.