jueves, 30 de julio de 2009

Esa breve distancia

PORQUE HUBO UN TIEMPO en que la vida se me antojó un proyecto oscuro, casi siniestro, que se iluminaba intermitentemente con la candela de mi propio latido;porque el mundo frecuentemente se transformaba en una geografía incomprensible, desprovista de puntos cardinales en los que apoyar la risa y la esperanza; porque nunca dejé de creer que estaba sola a medio camino de ninguna parte, a expensas de los vientos favorables. Por eso, estoy segura, llegaste tú hasta esta orilla, tan fácilmente, desmintiendo los pronósticos y mis silencios; obstinándote en abrir esta caja de Pandora que me contiene.
De puntillas recorro esta corta distancia que hace de tu cuerpo otro cuerpo distinto al mío. Sólo ese breve intervalo nos distingue, nos convierte en pronombres diferentes, en sueños paralelos que deambulan cogidos de la mano, recorriendo paisajes de extrañezas y asombros. En el felpudo de esta casa he dejado mis vértigos más antiguos, las crónicas de otras vidas semejantes, mi temor a perder esta partida en la que apuesto mi tiempo contra el tuyo.
Porque es tu temblor mi unísono y tu eco parte de mi estela; porque despiertan mis párpados y se abren al día preñados de ilusiones desnudas que a veces no sé cómo entregarte; porque tengo en la mochila un par de ausencias importantes y ciertas que comparto contigo cuando duelen; porque tal vez la vida continúe siendo en ocasiones ese proyecto oscuro que tu nombre ilumina y el mundo ese árido rincón del que nos escondemos para poder salvarnos. Porque hasta los gusanos de mi muerte han de saludarte cuando el tiempo me expropie la existencia, recorro de puntillas esa breve distancia para asomarme a tu cuerpo-precipicio.
Nunca una caída fue tan libre.

viernes, 24 de julio de 2009

REGRESO AL CALOR de las noches sin aire. Voy al encuentro de un agosto antiguo, umbilical, primero, casi propio. Si camino despacio, despojada de prisas y miserias, puedo fijar la mirada en mis olvidos, recordar los años en los que el tiempo permanecía intacto, jugando al escondite con las esquinas de mi infancia. Un tiempo que giraba sobre sí mismo y cuyas agujas, fabricadas con el acero de los meses, se detenían siempre en el mismo horizonte despejado.
Yo guardaba un manojito de años en cada bolsillo, y un cubo, y una pala, y unas gafas de buceo compradas a toda prisa en Galerías Preciados en los primeros días sin colegio, y hasta un cacharro sobreviviente del agosto anterior lleno de conchas y pequeñas caracolas que escondí al fondo de un cuarto sin luz, justo antes de que llegara el invierno arrastrando la soledad de sus abrigos.
Y allí, donde se iniciaba la anarquía del verano, con sus largas noches de lunas incendiadas y de series de Chicho Ibáñez Serrador, esperándome, estaba el mar. El mar con sus olas tranquilas y su soberbio azul. El mar, con sus peces invisibles y sus mareas cumplidas, arrastrando sueños en barcos de plástico que naufragaban siempre a la orilla de mis arrugadas manos. El mar, con sus reflejos brillantes y psicodélicos, como un calidoscopio que contuviese todo el sol del mundo en sus cristales. El mar, con su olor a sandía recién cortada, a after-sun, a bocadillo de tortilla de papas. El mar, sonoro como nuestra risa.
Y admito que me faltan años por cumplir para justificar esta nostalgia triste que me asalta a veces. Aunque más que nostalgia es extrañeza. ¿En qué cuarto sin luz habré escondido yo tantos veranos?

miércoles, 22 de julio de 2009









Me he instalado en un hermoso desierto, hecho de silencios y horas muertas. De sueños azules y horizontes lejanos. De fino polvo de oro. Admito que en este instante mi latido es lento, pesado, simple. He detenido el pulso, la conciencia, el ansia. Mis ojos quieren descansar. Posarse en algo bello. Volver a creer en el color, en el calor, en la vida. Me he instalado en un hermoso desierto.

lunes, 6 de julio de 2009

La luna deja caer su párpado blanco sobre mi sueño. Me destapo. Quiero recibir su baño.