martes, 24 de febrero de 2009

Pudiera ser que esta noche de carnaval antiguo todo se confunda, como una risa que al unísono estalla por fin en carcajada. Pudiera ser que esta noche de incógnitas y disfraces, de roces casi anónimos y temblores colectivos, tú llegases al punto de encuentro, así, sorpresivamente, sin saber cómo, ni por qué, ni para qué. Pudiese ser que esta noche de luna ausente el lobo estepario estuviera acechando tu locura y decidiera invitarte a su teatro exclusivo. Allí, en ese salón rodeado de estancias, tocaría una gran orquesta de jazz. En alguna mesa cercana a la tuya te parecería reconocerme. Dudarías un rato. Observarías mis ojos que recorren el salón y no te evitan. Sentirías entonces cómo mi ceja se arquea y te reclama. Te levantarías en un impulso sin sentido y te acercarías a mí sin disimulo. No te haría falta ya preguntar mi nombre. Tú sabrías que detrás de este antifaz estoy yo y mi pálpìto extraviado. Jugarías entonces a no reconocerme. Te presentarías como se presenta un extraño. Acercarías tu fuego a mi cigarro buscando disimuladamente coincidir con mi piel. Y sentirías un escalofrío idéntico al mío mientras la música se detiene y todos se marchan y nos quedamos tú y yo reflejadas en un espejo gigantesco que preside el salón ahora ya vacío. Nos daríamos el mismo tiempo que nos ha separado. Continuaríamos la noche calle arriba hablando en susurros para escucharnos mejor. Al abrir la puerta de casa, acudiría nuestro gato, que nos miraría quitarnos el disfraz y caer rendidas las dos en nuestro incendio.

jueves, 19 de febrero de 2009

Regreso con las manos extendidas. Llenas de incógnitas sonrientes que me recuerdan que sigo respirando. La lluvia cae insistentemente sobre el desequilibrante asfalto, pero si apunto al horizonte este arcoiris antiguo me enciende como a un niño que acaba de descubrir los colores del mundo. He estado escondida un largo rato. Conteniendo la respiración con la ingenua esperanza de que no me descubrieran. Pero ha sido inútil. Al final resulta que soy un tanto transparente o que mis zapatos han ido dejando un surco demasiado evidente. En cualquier caso, en este callejón sin salida el tiempo ha dado para mucho. Acorralada y herida, me he defendido de las sombras, propias y ajenas, creyéndolas enemigas. Hasta que les he rozado la piel, y en mi temblor he ido recordando...