domingo, 6 de marzo de 2011

He regresado del mayor de los olvidos. Me perdí la pista. Me extravíe. Terminé olvidando por completo cómo era mi paso, en qué esquinas tenía por costumbre detenerme para alzar la vista, el olor de mis sueños, la ternura de mis palabras, los años que mi alma quería cumplir, la música que podía componer, el amor que podía ofrecer sin renunciar.
Fui yo la que se obstino en esta carrera. La que empezó a huir creyendo que era de mí de quien tenía que apartarme. Está bien. Todo está bien. Todo tiene sentido. El extravío. La renuncia. El olvido.
Recuerdo. Soy la que soy. Transformada y antigua. Igual pero infinitamente distinta. La evolución de la esencia. El mar sigue siendo y yo respiro su sal recién salpicada. Esta noche es nueva y tan vieja, con sus deliciosas arrugas de tiempo que transcurre, y esta luna, mil veces repetidas, me persigue por primera vez. Es el juego. El juego de pararte y escuchar. Todo late. Nuevo. Me miro en otros ojos y sonrío. Soy yo esa niña? Soy yo ese animal libre? Soy yo ese reflejo que no busca respuesta?
En este olvido he olvidado el dolor, la herida, la urgencia, el desespero. He regresado a casa. A esta casa hermosa que me contiene y me expande. A esta casa sin paredes, sin techos, sin puertas que encierren. Lloro de emoción, de maravilla, de risa.
Aquí estoy. Me doy la bienvenida.

1 comentario:

Mixha Zizek dijo...

Me gustó esta alegoría al autoreconociemiento, hermosa, besos