martes, 2 de junio de 2009

Homenaje

LA SOLEDAD ES también un homenaje al prójimo, escribió el señor Benedetti en un alarde de generosidad para muchos inaudito que a mí me ha mantenido pensando durante más de veinte años en mi particular tributo a los semejantes. Inicié por aquel entonces un magisterio de lo minúsculo del que aún no me he graduado y he intentado no cobrarles a las emociones mi miedo a perder lo que alguna vez pude haber nombrado como mío.
Por sus primaveras de esquinas rotas callejean aún mis sueños con los sentidos abiertos y expectantes, como un soberbio animal que aspira a descubrir el mundo. Intratable y maravilloso. Tierno y cruel. Lleno de sombras tiranas que pueblan la memoria y de silencios certeros que terminan doliendo como un tango arrabalero.
En su harén de nomeolvides he dejado descansar al desaliento, respirar a mi melancolía, consumir la rabia, menguar mis fantasmas y despedir las ausencias. Y he ido celebrando los cumpledías y mis afectos, como él recomendaba.
Hace más de veinte años que lo vi sentado en un café de la Gran Vía, atendiendo a una joven periodista. Vestía una sonrisa llena de tiempo detenido y sus ojos de niño parecían cansados y amables. Era el movido Madrid de los 80 y resultaba habitual y hasta cotidiano tropezarse en cualquier calle de Lavapiés o Chueca con actores, cantantes, poetas y gente de la farándula en general. Por entonces todos parecíamos iguales. Nadie corría tras de nadie, a lo sumo nos susurrábamos el asombro, la coincidencia.
Cuando me enteré de la muerte de nuestro querido Mario andaba yo fuera de la isla. Semanas atras había desaparecido Antonio Vega, otro gran y maldito poeta. Y digo maldito porque para eso los poetas ponen nombre a los tiranos, les cuelgan el cascabel a los verdugos, nos hacen llorar nuestros amores perdidos y temblar nuestros recientes hallazgos. Nos curan las heridas abiertas y continúan guerreando cuando todos se han ido. Para eso se adueñan sin remedio de las verdades que nadie quiere y se adoptan a sí mismos.
Y que sepan que no se dejó enfermar nunca el señor Benedetti por ciertos odios, lo mató el tiempo, simplemente. Inexorable y ateo. Se murió de años vividos.

4 comentarios:

Arantza G. dijo...

Siempre es bien recibido un homenaje a este soberbio escritor que con sus letras nos dejó una manera muy particular de vivir (adrede).
Un beso.

natalia dijo...

Gracias, que bueno tu paso descalzo,

abrazo,

Ciclopa

Anónimo dijo...

Muy buen homenaje. Me gusta cómo has expuesto las ideas con ese inicio íntimo, personal.
Un abrazo grande.

cristal00k dijo...

Y en eso andamos y andaremos, en el magisterio de lo minúsculo, sin graduarnos... ¡paqué?
Precioso homenaje Olvido.