viernes, 19 de junio de 2009

La rabia bombea mi sangre.
La puedo sentir enferma recorriendo mi cuerpo hacia ningún lugar.
Me ha infectado la mordida del desencanto.
Estaba desprevenida y sus colmillos se han aferrado a la yugular de este día sin que yo hiciera nada por evitarlo.
Siento las mejillas encendidas y el cerebro se me encoge como una esponja a la que se le ha prendido fuego.
Devastador este incendio.
Sus cenizas, los rescoldos, las huellas de tu paso.
El desierto.
La tristeza anuncia barra libre y no me deja salir a beberme el aire.
Tiene la llave de esta puerta cerrada aferrada a la palma de su mano.
Me arrincona en la misma esquina de siempre y me echa su aliento cobarde.
Sé que si la miro veré mi propio rostro.
Que si la interrogo será mi propia voz la que responda.
Y siento nuevamente cómo la rabia me posee, me viola, me despoja.
Una y otra vez.
Una y otra vez...
Como si este día tuviera 48, 64, 99, 102 horas. Años. Reencarnaciones.
Si pudiera entrar en el laberinto y extraviarme sería mi propio minotauro.
Me lamería esta herida dulcemente, con mimo, sin prisas.
Cada gota de sangre me daría el alimento preciso.
El corazón seguiría golpeándose contra las paredes de mi pecho. Su sonido, su eco, me devolvería a la tierra. Pero no importaría. Qué mayor muestra de que estoy resucitando.
En principio no distinguiría la mañana, la noche, los dioses ajenos. No notaría los colores que me faltan. No sabría restar o sumar. No habría cuentas que saldar...
Pero no doy con ese laberinto donde el minotauro acecha juguetón. Continúo sin aire, bebiéndome la tristeza, la rabia, el desencanto.
Ya casi estoy sobria.
Una copa más de este veneno y estaré curada.

miércoles, 10 de junio de 2009

Mujeres

SIEMPRE FUIMOS perseguidas, silenciadas, aniquiladas. Durante siglos sufrimos la incomprensión, el desprecio y la ignorancia de quienes nos creían débiles, sin alma, sin voz, sin destino. Aún hoy, la historia de las conquistas y de las guerras es una crónica sangrienta escrita con el llanto y el sufrimiento de las mujeres y de los hijos del mundo. En cualquier conflicto armado hemos sido siempre las víctimas de la barbarie masculina (por mucho que me pese ponerle género a la violencia). Aún hoy se obstinan en doblegarnos, en arrebatarnos la voluntad de ser, de pensar, de actuar. Y no se detienen en los insultos, no sacian su odio con los golpes; nos quieren saber sin pulso, sin latido, y hasta sin aire. Encerradas en una cajita sobre las que nos llorarán nuestras madres, nuestros padres, nuestros hermanos y hermanas, nuestros amigos, pero no ellos, que tanto dicen habernos amado mientras aprietan los dientes, cierran el puño, y se esconden. Seguimos fastidiando, sin duda. Fastidiamos cuando de niñas adivinamos las malas intenciones; cuando aprendemos a responder con un no; cuando paseamos solas por las avenidas de la vida; cuando conseguimos mantener casi intacta la alegría y sonreímos pese a todo; cuando renacemos fuertes tras cualquier catástrofe; cuando reclamamos lo que nos corresponde por derecho; cuando sostenemos este mundo fragmentado con nuestras debilitadas manos, como lo hicieran nuestras madres y nuestras abuelas, y mucho antes generaciones y generaciones de mujeres. Malqueridas o bienamadas.Muchas de nosotras desaparecemos. Poco a poco nos van apagando el brillo. A cuentagotas: hoy una, la semana que viene otro nombre para olvidar, y al cabo de un año nos hemos convertido en simple y pura estadística. Descansemos en paz.

lunes, 8 de junio de 2009

Inventar infidelidades resulta fácil.
Yo me atrevería a decir que es casi preciso.
Mas cuando nos preguntamos
cómo
y sobre todo
cuánto
nos queremos
y tenemos ya buscado
un tierno
y definitivo callejón
donde olvidarnos


(Este poema lo escribí en el 90 y que creo recordar que me molestaba un poco el concepto de amor que me rodeaba)

martes, 2 de junio de 2009

Homenaje

LA SOLEDAD ES también un homenaje al prójimo, escribió el señor Benedetti en un alarde de generosidad para muchos inaudito que a mí me ha mantenido pensando durante más de veinte años en mi particular tributo a los semejantes. Inicié por aquel entonces un magisterio de lo minúsculo del que aún no me he graduado y he intentado no cobrarles a las emociones mi miedo a perder lo que alguna vez pude haber nombrado como mío.
Por sus primaveras de esquinas rotas callejean aún mis sueños con los sentidos abiertos y expectantes, como un soberbio animal que aspira a descubrir el mundo. Intratable y maravilloso. Tierno y cruel. Lleno de sombras tiranas que pueblan la memoria y de silencios certeros que terminan doliendo como un tango arrabalero.
En su harén de nomeolvides he dejado descansar al desaliento, respirar a mi melancolía, consumir la rabia, menguar mis fantasmas y despedir las ausencias. Y he ido celebrando los cumpledías y mis afectos, como él recomendaba.
Hace más de veinte años que lo vi sentado en un café de la Gran Vía, atendiendo a una joven periodista. Vestía una sonrisa llena de tiempo detenido y sus ojos de niño parecían cansados y amables. Era el movido Madrid de los 80 y resultaba habitual y hasta cotidiano tropezarse en cualquier calle de Lavapiés o Chueca con actores, cantantes, poetas y gente de la farándula en general. Por entonces todos parecíamos iguales. Nadie corría tras de nadie, a lo sumo nos susurrábamos el asombro, la coincidencia.
Cuando me enteré de la muerte de nuestro querido Mario andaba yo fuera de la isla. Semanas atras había desaparecido Antonio Vega, otro gran y maldito poeta. Y digo maldito porque para eso los poetas ponen nombre a los tiranos, les cuelgan el cascabel a los verdugos, nos hacen llorar nuestros amores perdidos y temblar nuestros recientes hallazgos. Nos curan las heridas abiertas y continúan guerreando cuando todos se han ido. Para eso se adueñan sin remedio de las verdades que nadie quiere y se adoptan a sí mismos.
Y que sepan que no se dejó enfermar nunca el señor Benedetti por ciertos odios, lo mató el tiempo, simplemente. Inexorable y ateo. Se murió de años vividos.

lunes, 1 de junio de 2009

Palabras inútiles

"Lloro sobre una generación que es la mía y no existe.
Que no existe y la canto..." (Blanca Andreu)


De pronto los ojos se han secado como pájaros enfermos. Sólo una grúa dibuja antifaces sobre la pared de vértigo hasto donde no alcanzo a huir. Y es un mal viaje este tiempo pisoteado de palabras inútiles. Si únicamente hay sed de gritos disparados a bocajarro sobre la carne y su simulacro de signos trascendentes.
¿Cómo olvidarte entonces...? Si una joven difícil deambula sonámbula eternamentye vestida de domingo azul en los espejos y soy yo la atropellada, la desaparecida, la muerta que canta bajo jardines bellísimos su soledad sin dialecto...




(Esto lo escribí hace bastantes años. Y ahora lo recupero. Es gracioso, pero me sigo viendo en todo lo que redescubro tras años.)