
Ruedan lentas, cosquilleantes, inseguras. Bellas.
Por la mejilla izquierda se deslizan
cual corriente precipitada que se abre camino
a través de la piel sensible, hiriente, que recuerda.
Sin embargo, a la derecha le cuesta.
Le cuesta no retener la tristeza.
Dejarla ir sin más.
Liberar el curso de este dolor
casi siempre invisible. Nuevo hasta para ella.
Por su rostro cansado las veo descolgarse como de un trapecio.
Una a una caen sin red.
Son antiguas.
Lágrimas de años de vida,
de años de sueños,
de años de olvido,
de años de lucha.
No son iguales a las mías.
Ni tan siquiera parecidas.
Vienen de un lugar más adentro
que el propio centro de uno mismo.
Y me desconciertan.
Me inquietan.
Me confunden.
Me desbordan.
Intento borrarlas.
Como si mis manos fueran el parabrisas de un coche
en una tarde de fuerte lluvia que desaloja rápidamente,
lateralmente, tanta precipitación.
Sin embargo, se mojan mis manos.
Se empapan mis manos de simplicidad.
Mis manos apresan esta humedad que viene de otro sitio
remoto y me habla de cosas que aún no entiendo.
4 comentarios:
lágrimas antiguas...
mis manos se llenan de simplicidad...
Es cierto...se siente así.
Aunque suene contradictorio.
(Como la vida...otra paradoja).
Un besito
el lado izquierdo es el lado femenino.
Definitivamente el que mas sufre.:)
Embelesante querida
Me ha encantado
Besos
Mientras leía el texto iba asintiendo porque sé de lo que hablas perfectamente. Es tan difícil ponerse en otra piel... y, sin embargo, algunas veces tan sencillo.
Un texto hermoso y triste.
Un beso.
Publicar un comentario