jueves, 22 de octubre de 2009

La sordera



AL SER HUMANO le cuesta escuchar, y por ende escucharse a sí mismo. Rinde culto al ruido, pero no aprecia el sonido, la melodía, el silencio; le molesta la interferencia ajena, pero con la misma elogia la palabra fácil, sin sustancia; se deja seducir por las alabanzas que nutren el ego o la soberbia, pero digiere con dificultad las críticas o la verdad de los otros que no son él; pretende conocer el mundo, resolver las ecuaciones diarias, pero no tiene tiempo para detenerse en las interrogaciones o en las dudas. El ser humano no sabe escuchar. O no quiere. O no le hace falta. El ser humano está solo porque ha olvidado demasiadas cosas en un trayecto que no tiene destino. Y corre el riesgo de quedarse sordo. Definitivamente.
No tengo el gusto de conocer en persona a Alberto Vázquez-Figueroa; no me he acercado a su extensa obra literaria; sin embargo, qué placer tan enriquecedor escucharlo. Detenerse en sus palabras llenas de ideas, de anécdotas, de aventuras, de vivencias, de entusiasmo, de esperanza, de franca denuncia. Si tuviera la suerte de encontrármelo, por ejemplo, en cualquier pueblecito, mientras cae la tarde, o la noche, o la mañana, lo retendría en el banco de piedra; me sentaría a su lado; esperaría entonces como lo hacen los niños, con algo de impaciencia, a que poco a poco rompiera él mismo su silencio y me fuera explicando despacito cómo es eso de que el agua nos pertenece a todos y hay ingenios capaces de devolvernos la vida sin pagar por su avaro goteo; él lo ha visto, lo ha ideado en su cabeza, lo ha explicado otras veces, entusiasmado, con las manos extendidas generosamente.
Le preguntaría al rato, ya en confianza, por esos artilugios denominados redes pararrayos tan eficaces para evitar que los bosques, que no son nuestros, no sufran año tras año la voracidad de los incendios. Y me hablaría, seguro, del mar y de África y también de la sordera. Y lo escucharía con los ojos llenos de asombro y gratitud. Como quien recibe una lección que lleva años esperando...

4 comentarios:

ConHMayúscula dijo...

No hay peor "SORDO" que el/la que no quiere "OIR", o mejor dicho "ESCUCHAR".

Anónimo dijo...

hoy justamente hablaba con una chica acerca de lo poco conscientes que somos en nuestro quehacer diario, comparando con la filosofía oriental que todo lo cuidan y que mas allá de todo tienen el silencio como el lenguaje mas claro, y el saber escuchar como una gran virtud.
me gusta tu llamamiento.
Dediquemos ese tiempo a aprender a escuchar.

te dejo un besito!

marea dijo...

Hay seres que, a fuerza "de no querer oir" se vuelven sordos, pero de qué manera tan ferviente agudizamos el oído cuando los sonidos que escuchamos nos engrandecen el alma..¡¡
Un gran abrazo

cristal00k dijo...

Oír... que nada tiene que ver con escuchar... ese, va a ser el problema... y así, no hay quien aprenda nada.
Besos Olvido.