viernes, 4 de diciembre de 2009

Olfateo la lluvia de este diciembre quebrado. Los gatos andan locos de romances y se citan en los callejones oscuros, bajo las ventanas de un balcón cercano a mi recuerdo como si no fueran con ellos nada de este mundo, salvo la luna.
Olfateo la lluvia. La sienten los músculos de mi corazón que no llora.
La palpan mis manos desposeídas ahora que tu tacto no está en los alrededores.
La adivinan mis ojos tristes de vicio que no saben en qué nuevo portal se posarán mañana para tropezar con tu ausencia.
Lo murmura mi sueño mojado, frío, incoherente, que se despierta desorientado preguntando por mí.
Olfateo la lluvia de este diciembre que huele a cosas rotas. Pedacitos de nubes se asoman a mi cama. Descargarán, pienso, de una vez esta añoranza de precipitación tan lenta. Y me dejaré empapar, escurrir como un cristal o un lienzo en blanco.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Para enjuagar el alma de recuerdos grises, respirar el aire limpio y otra vez, sentirnos vivos.

Anónimo dijo...

Y que ese final no sea sólo un propósito quebrado. Que sea una intención. Me reconozco en el rastro de la lluvia que deja tu diciembre y termino de leer tu texto con una terrible sensación de añoranza, de echar de menos un algo que no sé.
Un abrazo grande.