viernes, 28 de agosto de 2009

Tu piel me trae esta noche nuevos augurios.
Temblores letales en la cima del mundo.
Mi mente baila en la oscuridad sideral
de este escalofrío, cuenta estrellas en
todas tus curvas, entona melodías agudas
que parecen gritos imposibles,
se dispara como un vértigo
que siempre he ansiado.

Piel, dáme.
Dáme tu saliva,
tu esencia,
el rojo deshojado de tus labios,
la rabia de tus piernas aferradas
a la vida, el tacto
de tu tacto detenido
en mi escándalo. Dáme
el desasosiego, la marea,
la palma de tu mano alzada tras el combate
de tu cuerpo y el mío,
de tu muerte y la mía,
de tu suerte y la mía,
de toda nuestra sangre. Hasta la última
gota, la quiero en mí,
en mí tu descanso,
en mí tu infierno,
en mí el sol éncendiéndose,
en mí el mundo y su silencio.

sábado, 22 de agosto de 2009

Por siempre en la memoria

ME HE ASOMADO AL DÍA y se me han llenado los ojos de historias desconocidas, de tristezas profundas y privadas; de rostros y gestos y proyectos inimitables, irrepetibles, que se extraviaron en un vuelo corto y sin destino. Me he asomado al balcón de la memoria cuando mi propósito era olvidar tanto dolor sin cura, tanta ausencia sin remedio que no me pertenece. Hoy no pensaba hablar de aniversarios, de adioses imposibles, de reconstrucciones pequeñitas que sin embargo requieren un esfuerzo titánico. Hoy me proponía hablar del porvenir, de ese mañana donde cabe casi todo, menos el dolor. Porque un mañana triste es un horizonte al que nadie quiere asomarse, un balcón que se clausura...
No tengo rostros, sino sombras. No tengo certezas, ni historias, ni siquiera he hecho el esfuerzo de retener los nombres de los que hace un año y dos días perdieron su porvenir y se quedaron sin mañana. Cómo podría yo cuantificar tanta pérdida... Por contra, tengo dudas y un desasosiego que me hace girar sobre mí misma; tengo silencios que guardan luto y palabras de afecto que atesoro para cuando sirvan de algo; tengo parcelas de esperanza donde sembrar de nuevo la alegría y un saco de rabias contundentes contra el despropósito, contra el error, contra el olvido.
Hoy me he asomado al día, y se me han llenado los párpados de recuerdos ajenos, de dolores cercanos aunque los desconozca, de risas hermosas, de melodías preferidas, de uniones y confidencias, de parentescos y destinos, de hogares e islas, de océanos y rosas, de hermanos y madres y amigos, de desesperanzas y luchas, de soledades, de vértigos, de miedos, de vidas...

* A los familiares de las víctimas del accidente de Barajas del 20 de agosto de 2008 (y a todos los que sufren). Publicado el 22 de agosto de 2009

viernes, 14 de agosto de 2009

Caigo en la cuenta de que este blog es una suerte de espejo en el que se refleja mi caos. Admito que soy un pequeño desastre, que aunque cumpla y vuelva a cumplir, con los años, con los seres que están cerca, con el trabajo; aunque me esfuerze por creer en el sentido de un orden, mi naturaleza, la real, la que me hace ser silencio, la que me convierte en temblor, la que se estremece y llora por las cosas que ve y oye, la que sueña y sueña sin cesar, la que se debilita, la que no se anuncia nunca, la que ama sin comprender cómo, por qué o para qué, la que defrauda eternamente, es ésta: un caos ordenado que se empecina en estar, pero que ya se ha ido. Hoy me siento una extraña. Evito mirarme con los ojos de los demás. De aquellos que me juzgan y cuyo dictamen, lo reconozco, me ha dolido profundamente. Pienso sobre ello. Sobre la parte de razón, de verdad, en los que te observan desde el otro lado. Sé que la difícil soy yo. Siempre lo fui. Nunca, por mucho que me haya empeñado, he logrado explicarme, ni decirme, ni hacerme visible. Como si fuera imposible. También sé que pulso las heridas sólo para saber que están ahí, para que me hablen, para que me digan... Estoy cansada de los reproches, estoy agotada de esté asentimiento de culpabilidad tan infantil como indesterrable que tengo y me posee, estoy aburrida de las cifras, de las estadísticas, de las restas y las sumas alegres con las que hacemos balance de todo... Estoy harta de no entender que, en realidad, no hay nada que entender.

lunes, 10 de agosto de 2009

Hoy cumplí 42 años. No es que el acontecimiento sea importante. No es que la cifra me revele, a mí, verdades o mentiras desconocidas. No es que vea en las arrugas de este tiempo transcurrido o en las canas de este sueño signos de inquietud. No es nada de eso. Certifico el movimiento. No me gustó nunca soplar las velas y callarme los deseos. Prefiero, como hoy, detenerme a saludar a los perros que se cruzan conmigo mientras me persigue el viento, jugar con el mar, tragar agua. Salada. Salada... Como la piel, como las lágrimas, como esta vida que me sostiene y me tiene en vilo. Siempre en vilo.