jueves, 27 de noviembre de 2008

He de reconocer que le temo al olvido.
Por eso tal vez inicie este viaje a lo imposible.
Desde pequeña tuve claro que mi silencio abarcaría universos muchos más bellos que los que mis palabras lograrían nunca circundar. Por eso también, siempre me dio rabia que este lenguaje me inventase otra que no soy y que los ojos extraños de quien contempla un enigma se acercaran a mi paisaje creyendo que tenían toda mi verdad entre sus manos.
Y sin embargo, qué falta me hacían las palabras.
Yo, tan cercana al autismo de los otros.

Y temo extraviar la memoria. No acordarme de que he vivido muchas vidas. De que mis ojos han visto cómo se puede traspàsar la materia, bordear montañas desde el suelo, amar sin necesidad, levantarse una y mil veces derrotada y herida para reír nuevamente como un tonto.
Llevo siglos contemplando la misma noche emocionada. Y no me canso.
Sé que no soy un cuerpo que se deja llevar, un amasijo de huesos que se desploma ante el mundo. Pero, a veces, tengo la impresión de estar sola. Sola.
Es absurdo. Quién en su sano juicio viviría sólo para lo visible?

2 comentarios:

Lena yau dijo...

Es por lo que escribo.

La lucha contra el olvido.

(Por eso y porque los dedos me pican...)

Somos solos.

Besos hasta ti!

Mixha Zizek dijo...

Qué hermosa entrada , cuánta fuerza en tus palabras, esta es la entrada que más me gusta de tu blog... la sentí... tal vez porque siento que me persigue el tiempo toda la vida y me falta la vida para aprovechar su circunstancia, un abrazo grande