viernes, 15 de agosto de 2008

Tregua

Mayo gris. Dosmilcuatro escaleras
hasta llegar aquí y esta eterna
incertidumbre de no saber nombrar
lo que en mí tiembla,
de no poder callar
lo que en mí muere.

Llevo toda una vida tango abajo
buscando un pretexto para quedarme
cerca, para conjurar esta maldición
de luna y agua.
Llevo toda una vida
encendiendo y apagando este interruptor
que cambia de rostro y de abrigo
con cada nuevo invierno, intentando descifrar
por qué en ocasiones me duele tanto
el aire que respiro y me pierdo
en un temblor confuso y húmedo
parecido a la muerte.

Y golpea siempre alguna melodía sostenida
con el aliento de un sueño,
alguna sombra antigua
que se proyecta en la noche de mis noches
y me menciona algo inexacto
que tal vez lleve escrito en las líneas
de otras manos,
en la curva de un deseo torpe,
en el latido de este viejo animal
que se mira en el espejo
y no acierta a recordar su nombre.
Todos los nombres.


Mayo gris. Y tú.
Que me imaginas lejos.
Que me imaginas ausente.
Vestida de lunes, de ciudad,
con prisas por depejar
todas las incógnitas,
las llamadas perdidas,
los mensajes urgentes,
las esquinas rotas del adiós.
Pero yo no tengo, hoy por hoy,
rencores que ofrecerle al tiempo,
caricias que robarle al frío,
catástrofes que excusen mi vocación
de llegar siempre tarde y sin aliento
a todas las citas importantes.
Y son verdad esos rumores.
Ya no me muerdo las uñas.
Ya no asesino caderas con mis besos.
Ya no busco el incendio ficticio
de otro cuerpo ajeno para aguarecer
este temblor que me pertenece.
Y no me importa dejar los papales
en blanco, no saber qué escribir
en los renglones de otras vidas,
mantener las distancias
entre mi verdad y las verdades ajenas,
Saber que no he de colmar nunca
los vacíos soberanos de mí misma.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí me gustan tus verdades porque son ciertas y rotundas. Porque nunca fallan cuando hacen falta. Porque las das sin pedir, como pasando de puntillas por mi necesidad de saber, de conocer. Porque las regalas cuando las necesitos. Porque eres a la primera que le conté y la primera que me entendió. Porque a veces me siento como si fueras la única que sigue comprendiendo. Gracias. Un beso.

Anónimo dijo...

Gracias a ti por regalarme tus preciosos momentos, tus hallazgos, tus miedos, tu ganas de seguir. Gracias por dejar que te escuche y me reconozca en tus palabras, en tus preciosos hallazgos, en tus miedos, en tus ganas de seguir...