
Mis manos están deshabitadas
vacías
como un inmenso campo calcinado
tras el combate de los cuerpos.
Mis manos tienen el estigma
del cansancio,
del tiempo ya vencido.
Son como un deseo
que roto en la penumbra
cuelga del techo más alto.
Y lo peor es que este vacío mío
no tiene forma precisa,
sólo un olor a flores mordidas,
a huesos golpeados.
(Este poema lo escribí hace muchos años, tal vez en el 82, pero me sigue gustando)
3 comentarios:
Una mirada felina me trajo hasta tus blogs, he leído sobre Mo, he leído tus tristezas y te acompaño en ellas.
abrazos
El cansancio por el dolor recién cocinado. La alergia a todo lo que huela a nuevo fracaso posible. Así es a menudo, pero con ello hay que vivir. Así de simple. Besazos. Te dejé un comentario en la entrada sobre el accidente.
Ya en el 82 apuntabas unas extraordinarias maneras.
He estado echando un vistazo a tu página y la he encontrado rica en destellos. Me ha agradado, de verdad.
Saludos agradecidos... Y es que te vi por Cuatrogatos.
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